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POLITICULTURA

ALGO SOBRE LA BIOGRAFIA DEL "CHE"

ALGO SOBRE LA BIOGRAFIA DEL "CHE"



Por José Vilasuso

Richard Dido ensayista suizo, admirador de Ernesto Guevara, acaba de publicar su Biografia del Che. A fin de enriquecer aportaciones sobre el guerrilero argentino, me permito acotar informes pertinentes.

    En enero de 1959 trabaje a las ordenes del conocido dirigente en la Comision Depuradora, Columna Ciro Redondo, fortaleza de La Cabaña. Recien graduado de abogado y con el entusiasmo propio de quien ve a su generacion subir al poder. Forme parte del cuerpo instructor de expedientes por delitos cometidos durante el gobierno anterior, asesinatos, malversaciones, torturas, delaciones, etc. Por mi escritorio pasaron expedientes de acusados como el comandante Alberto Boix Coma, quien reportaba los partes de guerra gubernamentales y Otto Meruelo, periodista. La mayoria de los encartados eran militares de baja graduacion, y politicos sin relieve ni carisma. Por su parte, los testigos fueron jovenes fogosos, revanchistas, ilusos o picaros deseosos de ganar meritos revolucionarios. Recuerdo a un teniente apellidado Llivre, de acento oriental, que me azuzaba. "Hay que dar el chou, traer de testigos a revolucionarios de verdad, que se paren ante el tribunal y pidan a gritos; justicia, justicia, paredon, esbirros.. Esto mueve a la gente." El entonces comisionado por Marianao, una vez nos exho..., "A estos hay que arrancarles la cabeza, a todos."

    De inicio componiamos los tribunales letrados civiles y militares, bajo la direccion del capitan Mike Duque Estrada y los tenientes, Sotolongo, Estevez, Rivero que termino loco y los fiscales Tony Suarez de la Fuente, Pelayito apellidado "paredon o charco de sangre," entre otros, quienes en su casi totalidad desertamos a causa de los excesos a la vista. Posteriormente aforados sin instruccion legal, ocuparon nuestros puestos. Hubo familiares de victimas del anterior regimen a quienes cupo juzgar a los victimarios. Entre ellos, el capitan Oscar Alvarado, cuyo hijo Oscarito, fuera horriblemente ultimado por paramilitares. Pero Alvarado dejo un rastro de cordura y equidistancia a la hora de dictar sentencias. El primer procesado que tuve ante mis ojos se llamaba Ariel Lima, exrevolucionario pasado al bando gubernamental, su suerte estabva echada; vestia de preso, lo vi esposado y los dientes le temblaban. De acuerdo a la ley de la Sierra, se juzgaban hechos sin consideracion de principios juridicos generales. El derecho de Habeas Corpus habia sido suprimido. Las declaraciones del oficial investigador constituian pruebas irrefutables. El abogado defensor limitaba su accion a admitir las acusaciones aunque invocando la generosidad del gobierno, solicitaba una disminucion de la condena. Por aquellos dias Guevara era visible con su boina negra, tabaco ladeado, rostro cantinflesco, y brazo en cabestrillo. Estaba sumamente delgado y en el hablar pausado y frio, dejaba entrever su "posse" de eminencia gris y total sujeccion a la teoria marxista. En su despacho, se reunian numerosas personas discutiendo acaloradamente sobre la marcha del proceso revolucionario. Sin embargo, su conversacion solia cargarse de ironia, nunca mostro alteracion de temperamento y tampoco atendia criterios dispares. A mas de un colega lo amonesto en privado, en publico a todos: su consigna era de dominio publico. "No demoren las causas, esto es una revolucion, no usen metodos legales burgueses, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por conviccion. Es una pandilla de crimnales, asesinos. Ademas, recuerden que hay un tribunal de Apelacion." El tribunal nunca declaro con lugar un recurso, confirmaba las sentencias de oficio y lo presidia el comandante Ernesto Guevera Serna.

    Las ejecuciones tenian lugar de madrugada. Una vez dictada la sentencia, los familiares y allegados estallaban en llantos de horror, suplicas de piedad para sus hijos, esposos etc. La desesperacion y el terror cundian por la sala. A numerosas mujeres hubo que sacarlas a la fuerza del recinto. El siguiente paso era la capilla ardiente donde por ultima vez se abrazaban unidos por el dolor. Aquellos abrazos por minutos parecian preludiar un largo viaje. Al quedarse solos hubo quien se resistio hasta el instante de la descarga, otros iban anonadados, tremulos, abismados; un policia como ultima merced solicito que le dejaran orinar, varios sentenciados ese dia conocieron que era un sacerdote, mas de uno murio proclamando "soy inocente." Un bravo capitan dirigio su propia ejecucion. Presenciar aquella carniceria a manos de bisoños y lombrosianos, fue un trauma que me acompañara hasta la tumba y tengo por mision divulgar hasta la tumba, a los cuatro vientos. Durante aquellas horas los muros del imponente castillo medieval recogieron los ecos de las marchas en peloton, rastrillar de los fusiles, voces de mando, el retumbar de las descargas, los aullidos lastimeros de los moribundos, el vocinglerio de oficiales y guardias al ultimarlos. El silencio macabro cuando todo se habia consumado.

    Frente al paredon huellado por las balas, atados al poste, quedaban los cuerpos agonizantes, tintos en sangre y paralizados en posiciones indescritibles; manos crispadas, expresiones adoloridas, de asombro, quijadas desencajadas, un hueco donde antes hubo un ojo. Parte de los cadaveres con la cabeza destrozada y sesos al aire a causa del tiro de gracia.

    De lunes a sabado se fusilaban entre uno y siete prisioneros por jornada; fluctuando el numero conforme a las protestas diplomaticas e internacionales. Las penas capitales estaban reservadas a Fidel, Raul, Che y en casos menores al tribunal o al Partido Comunista. Cada integrante de peloton cobraba quince pesos por ejecucion y era considerado combatiente. A los oficiales les correspondian veinticinco. En la provincia de Oriente se aplicaron penas maximas sumarisima y profusamente; pero no poseo cifras confiables. Presumo que algunos calculos son exagerados. Aunque en total en La Cabaña, hasta el mes de junio de aquel año, debieron fusilarse no menos de seiscientos reos, mas un numero indefinido de condenas a prision, producto de una lucha en que murieron unas cuatro mil personas entre ambos bandos.

    En contraste, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, donde entre bajas en frentes de batalla, campos de concentracion, bombardeos, etc, se calculan cuarenta millones de victimas. Sin embargo, en los procesos de Neurenberg la pena capital unicamente se aplicó a doce criminales de guerra. Posteriormente otros tres o cuatro casos, fueron ajusticiados en Israel.

    Estos datos sucintos serían útiles al señor Dido o Dindo tanto en aras de cierto balance en el libro, como para ilustracion personal en torno a su apologado.

 

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