UNA LECCIÓN AL "CHE" GUEVARA
Luis Aguilar Leon, El Nuevo Herald
Oct , 1997
Ahora que la `chemania' anda en todo su apogeo, las anecdotas sobre el personaje de quienes alguna vez lidiaron con el pueden contribuir a precisar los contornos de una figura articialmente endiosada.
Anda en estos dias la imagen del Che Guevara transitando tan erraticos y contradictorios senderos como cuando en vida disperso con entusiasmo errores y fracasos, en Africa y America, protegido siempre por su rept...cion de idealista y por el precio final que pago en Bolivia. Su figura sigue siendo explotada por los mas diversos grupos.
El regimen de La Habana infla los pulmones para soplar alientos sobre sus restos y aminorar el impacto de la proxima visita papal a Cuba, sin caer en la cuenta de que esta provocando en el pueblo una peligrosa reflexion: ?Que pensaria el Che Guevara si, como el comendador de Sevilla, abriera los ojos y viera la miseria del socialismo en Cuba y en el mundo? Mientras tanto, el presidente Menem, en un gesto calificado como ``hipocrita'' por la izquierda, autoriza en la Argentina una emision de sellos con su efigie. Y en el mundo capitalista, dos autores de izquierda publican sendas y costosas biografias del guerrillero argentino (en las cuales se apuntan las razones de su fracaso), mientras los humildes campesinos zapatistas mexicanos le rinden tributo llamando a uno de sus pueblos ``Guevara''.
Tal variedad de estimulos me trajo a la mente chispazos de recuerdos personales que tengo del famoso guerrillero. Aclaro que solo en dos oportunidades tuve ocasion de ver y oir de cerca al Che Guevara en Cuba. Una cuando, a principios de 1959, el Che visito el Instituto de Cultura Revolucionaria en La Habana, y les hablo brevemente a los alli reunidos sobre los planes que la revolucion iba a desarrollar para incrementar la cultura popular y el deber de los intelectuales frente a tal tarea. Fue amable, breve, saludo y se fue. Si algo de impresion dejo fue la forma sosegada y sencilla de su decir y la ausencia de gesticulacion. Recuerdo que solo Roberto Fernandez Retamar, uno de los mas avidos oportunistas de la Cuba contemporanea, expreso su delirante admiracion por el ``divino'' Comandante. Unos años mas tarde Fernandez Retamar se habia convertido en uno de los mas feroces estranguladores de la cultura cubana.
La segunda ocasion, un poco mas memorable, tuvo lugar el 5 de julio de 1959, durante una esplendida y elegante fiesta que daba la embajada de Venezuela para conmemorar su independencia nacional. Cuando la recepcion estaba en su apogeo, un rumor circulo entre los asistentes: el Che Guevara acababa de llegar a la embajada. La presencia de Philip Bonsal, el embajador norteamericano en Cuba, y la creciente tension entre Washington y La Habana, incrementaron la atencion de los asistentes. Todo el mundo se torno hacia la puerta. Efectivamente, saludando a diestra y siniestra, vestido de verde olivo, con las botas sucias, la boina inclinada en la cabeza y la chamarreta entreabierta hasta el ombligo, el Che avanzaba hacia el grupo donde el anfitrion y su esposa parecian estar dilucidando una urgencia.
Como daba la casualidad de que mi esposa y yo estabamos proximos al diplomatico matrimonio, no nos fue posible evadir el captar la esencia de la discusion. La embajadora parecia indignada por la vestimenta y la apariencia del Che. ``¿Quien se cree ese tipo que es?'', repetia en voz baja la dama. ``¿Como se atreve a venir en esa facha a nuestra fiesta?''. Desplegando toda su diplomacia, y su autoridad de esposo, el embajador le insistia que era preciso pasar por alto la vestimenta del ``legendario comandante'' y recibirlo con todo el respeto que su fama y su cargo demandaban.
Por fin, cuando ya el Che se aproximaba, el embajador se movio hacia el, lo saludo efusivamente y lo trajo hasta donde aguardaba su esposa. Tras la obligada introduccion, la dama le tendio la mano al guerrillero, le agradecio la visita, dejo resbalar su mirada por la abierta chamarreta y, con una sonrisa tan helada como una brisa de Alaska, le hizo el siguiente comentario: ``Comandante, siempre habia oido decir que usted era un hombre de pelo en pecho y puedo ver ahora la verdad de su fama''.
El Che la miró fijamente, esbozo una sonrisa y murmuró: ``Touche, señora''. Acto seguido, y con estudiada lentitud, se guardo la boina en uno de los bolsillos y se abotono cuidadosamente el uniforme.
Como mi esposa y yo no podíamos abrazar o aplaudir publicamente a la admirable y aguda embajadora, nos contentamos con ir en busqueda de dos copas de champagne y, con callada complicidad, brindamos por aquel pequeño triunfo de la civilizacion sobre la barbarie.
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